lunes, 20 de febrero de 2012

LO QUE TE CONTÉ MIENTRAS TE HACÍAS LA DORMIDA








Como todos los días 7, Mary salió temprano de su casa a comprar las revistas que llegaban a la farmacia. Le gustaba estar enterada de todas las novedades que ocurrían dentro y fuera del país, aunque se especializaba en las excentricidades que se le ocurrían a las celebridades, tanto así que decidió llevar un estilo de vida similar. Su pasatiempo favorito era inculcarle sus locuras a todo el que podía. Su víctima más reciente fue su cuñada, a cuya casa se dirigía después de comprar las revistas en busca de noticias. Tocó a la puerta. Se tardaron en abrirle. Con los pijamas aun puestos, Jenny se disculpó ofreciéndole una tacita de café. Ambas se sentaron en el balcón que daba a la calle para charlar.

Mary: Esta mañana de camino a la farmacia pasé por la casa de Cuki y cuando vi a la Pity tan quietecita a los pies de su dueña, me acordé de ti y de tu cita con el taxidermista.  Así que vine para saber si ya te la han traído.

  Intentando que la alegría disimulara un poco sus ojeras, Jenny le contestó: ¡Esta madrugada me la entregaron!

Mary: ¿Y cómo reaccionó Paco cuando la vio? Sus palabras no disimularon el rastro de impaciencia.

Como quien no quería abundar en el asunto, Jenny le dijo: Pues… tú muy bien sabes que desde un principio no le gustaba la idea, que para él la muerte no era un juego y que me iba a condenar por dejarme arrastrar por tus locuras.

Al escucharla, el enojo de Mary se hizo evidente. Antes de abrir la boca para reprimir el inesperado insulto, ahogó su histeria estrujando las páginas de la revista que había comenzado a ver.

Mary: Que locura ni qué locura. Simplemente te presenté la oportunidad de que no la perdieras para siempre. Eso lo dice porque nunca la tuvo tan adentro como tú.  Además, no me explico desde cuando mi hermano se volvió tan espiritual. A la verdad que mi madre tenía razón al decir que ese muchachito le había salido pendejo.

A Jenny no le gustaba que hablara así de su marido, pero en el fondo reconocía que Mary tenía razón. Por eso hizo lo que hizo.

Jenny: Ay pues tu sabes como es él. La cosa es que me dijo hasta del mal que me iba a morir por dejarme llevar por las modas, que ya ni respetaban lo sagrado.

Un poco más relajada, Mary le comentó: Olvídate de los regaños de ese. Acaba y dime que te dijo cuando la conoció.

Jenny contestó la pregunta cómo si tratara de explicar los misterios que despertaba una obra de arte: Pues, al principio le tuvo miedo. No se atrevía ni a tocarla.  Pero después comenzó a escudriñarla con cuidado y terminó adorándola tanto como Benito y yo. Para decirte más, antes de irse a trabajar se la comió a besos. Es que quedó preciosa.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Mary. Se sentía toda una triunfadora: Anda y dile al chico que me la traiga. De seguro el trabajo debió de quedar mucho mejor que el de la Cuki, ya que estamos hablando de otra especie.

Jenny: Benito…Benito…BENITO, tráeme a la Beba  para que Titi Mary la conozca.

Soñoliento, Benito le contestó: Ya voy mami…

El silencio de la espera fue interrumpido por un estruendoso CRACK.

Jenny palideció y su primera reacción fue gritar: ¡BENITO, CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRTE QUE NO JUEGUES ASÍ CON TU HERMANA!

A modo de consuelo, Mary replicó: Ay no te preocupes por eso chica, tráela acá que yo me encargo. Creo que me queda un poco de CRAZY GLUE en la cartera. 

martes, 14 de febrero de 2012

EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS








No sabes cuánto quisiera sentarme junto a tu cama. Tomarte de la mano y juntos suplicarle a Dios con fuerza. Yo creyendo, ingenuamente en secreto, que el simple toque de mi mano era capaz de sanarte.

La noche de tu muerte tuve un sueño extraño. Era una tarde hermosa, de esas en las que el sol no se cansa de iluminar el cielo. Yo estaba paseándome por el cementerio, declarando a viva voz las palabras del profeta Ezequiel, las mismas que en las noches de angustia repetíamos hasta quedarnos dormidos:


 “La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.  Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová”.

 Tres días más tarde tuve el valor de visitar tu tumba. El cielo de aquel día era diferente al de mi sueño. Habían anunciado tormenta. Mi mejor amigo se mantuvo alejado, dejándonos unos instantes a solas. Dirigí por unos segundos la mirada al cielo. Debía darme prisa, iba a comenzar a llover. A pesar del mal tiempo que se avecinaba, el centelleo de los relámpagos le daba un toque melancólico a la ocasión, hermoso en verdad. No quería despedirme y sentía el latido de la angustia acomodarse gustosamente en mi garganta. Cayeron las primeras lloviznas. Mentalmente comencé a repetir las palabras proféticas de mi sueño. A lo lejos, las montañas se empañaban con la espesura de una creciente neblina.  Uno de los  vigilantes insistía callado en que me diera prisa. En medio de aquel mar de tumbas, una rabia caprichosa se empeñaba en despedazar mis entrañas y yo amargamente esperaba que alguien se levantara y avivara mi fe.
  

No sabes cuánto quisiera estar junto a tu cama. Acariciar tu cuerpo desgastado y darte las buenas noches, con la certeza de que nos volveremos a ver mañana.