Como todos los días 7, Mary salió
temprano de su casa a comprar las revistas que llegaban a la farmacia. Le
gustaba estar enterada de todas las novedades que ocurrían dentro y fuera del
país, aunque se especializaba en las excentricidades que se le ocurrían a las
celebridades, tanto así que decidió llevar un estilo de vida similar. Su
pasatiempo favorito era inculcarle sus locuras a todo el que podía. Su víctima
más reciente fue su cuñada, a cuya casa se dirigía después de comprar las
revistas en busca de noticias. Tocó a la puerta. Se tardaron en abrirle. Con
los pijamas aun puestos, Jenny se disculpó ofreciéndole una tacita de café.
Ambas se sentaron en el balcón que daba a la calle para charlar.
Mary: Esta mañana de camino a la
farmacia pasé por la casa de Cuki y cuando vi a la Pity tan quietecita a los
pies de su dueña, me acordé de ti y de tu cita con el taxidermista. Así
que vine para saber si ya te la han traído.
Intentando que la alegría disimulara un poco sus ojeras, Jenny le
contestó: ¡Esta madrugada me la entregaron!
Mary: ¿Y cómo reaccionó Paco cuando la
vio? Sus palabras no disimularon el rastro de impaciencia.
Como quien no quería abundar en el
asunto, Jenny le dijo: Pues… tú muy bien sabes que desde un principio no le
gustaba la idea, que para él la muerte no era un juego y que me iba a condenar
por dejarme arrastrar por tus locuras.
Al escucharla, el enojo de Mary se hizo
evidente. Antes de abrir la boca para reprimir el inesperado insulto, ahogó su
histeria estrujando las páginas de la revista que había comenzado a ver.
Mary: Que locura ni qué locura.
Simplemente te presenté la oportunidad de que no la perdieras para siempre. Eso
lo dice porque nunca la tuvo tan adentro como tú. Además, no me explico
desde cuando mi hermano se volvió tan espiritual. A la verdad que mi madre
tenía razón al decir que ese muchachito le había salido pendejo.
A Jenny no le gustaba que hablara así
de su marido, pero en el fondo reconocía que Mary tenía razón. Por eso hizo lo
que hizo.
Jenny: Ay pues tu sabes como es él. La
cosa es que me dijo hasta del mal que me iba a morir por dejarme llevar por las
modas, que ya ni respetaban lo sagrado.
Un poco más relajada, Mary le comentó:
Olvídate de los regaños de ese. Acaba y dime que te dijo cuando la
conoció.
Jenny contestó la pregunta cómo si
tratara de explicar los misterios que despertaba una obra de arte: Pues, al
principio le tuvo miedo. No se atrevía ni a tocarla. Pero después comenzó
a escudriñarla con cuidado y terminó adorándola tanto como Benito y yo. Para
decirte más, antes de irse a trabajar se la comió a besos. Es que quedó
preciosa.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en el
rostro de Mary. Se sentía toda una triunfadora: Anda y dile al chico que me la
traiga. De seguro el trabajo debió de quedar mucho mejor que el de la Cuki, ya
que estamos hablando de otra especie.
Jenny: Benito…Benito…BENITO, tráeme a
la Beba para que Titi Mary la conozca.
Soñoliento, Benito le contestó: Ya voy
mami…
El silencio de la espera fue
interrumpido por un estruendoso CRACK.
Jenny palideció y su primera reacción
fue gritar: ¡BENITO, CUANTAS VECES TENGO QUE DECIRTE QUE NO JUEGUES ASÍ CON TU
HERMANA!
A modo de consuelo, Mary replicó: Ay no
te preocupes por eso chica, tráela acá que yo me encargo. Creo que me queda un
poco de CRAZY GLUE en la cartera.