miércoles, 31 de agosto de 2011

MATANDO EL IDEAL




I
Tlock… Tlock… Tlock…Tlock…Tlock… Era lo único que se escuchaba mientras me removía una capa vieja de esmalte trasparente de las uñas. No me gusta pintármelas de colores, porque naturalmente me crecen blancas, demasiado blancas diría y así prefiero llevarlas yo. Estaba sentada en el borde de la bañera, desnuda, esperando sin prisa que llegara la hora de marcharme. El sonido del segundero del reloj se mezclaba  apesadumbradamente con el rítmico goteo de la pluma del lavamanos, provocando un eco insondable en lo vacio de mis pensamientos, hasta ser interrumpido por la carraspera del televisor, avisándome la llegada de Andrés.  

 “Amigos televidentes les informamos que en la mañana de hoy se llevó a cabo en Fortaleza la ceremonia en la que el Gobernador le rindió un breve homenaje póstumo a los treinta y tres estudiantes que perecieron durante la lucha contra la venta de La Universidad de Puerto Rico. El primer mandatario aprovechó la ocasión para dar a conocer a su nuevo dueño, un apuesto ruso de nombre Patrick Sudstrüioder, quien aseguró que la misma permanecería cerrada hasta ser reestructurada por completo. Cabe mencionar que a la ceremonia sólo asistieron algunos de los familiares de las víctimas y funcionarios del gobierno, a pesar de que la entrada estuvo abierta a todo el público. Los sobrevivientes al brutal ataque brillaron por su ausencia, aunque…”

Las primeras palabras del reportero volvieron a hundirme en mi propio ensimismamiento, enfermedad que padezco desde la tragedia. Esta es la razón por la cual Andrés ya no salía de mi casa, lo que dio inicio a un nuevo pasatiempo, el de auscultar oscuridades humanas.

_ Camila, ¿te tragó el baño, coño?

_ No empieces con los apuros, ya voy.

Lentamente me  puse de pie, buscándome automáticamente en el espejo. Cada músculo se tensaba con cada movimiento que ejecutaba. Por un segundo me atreví a imaginarme la cara que pondría Lina cuando me viera,  porque nunca me creía capaz de nada. Pero esta vez iba decidida a salirme con la mía. Me puse el mahón más desgastado que tenía, una t-shirt en la que apenas se notaba el corazón del Chapulín Colorado y unos converse negros. Típica vestimenta del que quisiere pasar por desapercibido. Para completar el look, me escondí el pelo en un sombrero de paja negro.  Al terminar de arreglarme, me volteé y miré fijamente las gotas suicidas que se despegaban con envidiable locura, como condenadas a morir sin otra opción más que la de dejarse caer, por la boquilla de la pluma del lavamanos cediéndole al paso su lugar a otras que nacerían con la necesidad de cometer el mismo acto desesperado, como si fuera un ciclo rutinario de frivolidad sin fin. 
La adrenalina ya comenzaba a azotarle las venas a Camila, porque sabía que al abrir la puerta del baño, se aproximaba al borde de su propio precipicio. Tlock…Tlock…Tlock… Tlock… Tlock…

II

_ ¿Y eso? ¡Camila porque carajo te vestiste así!

_ ¿Acaso vamos a una fiesta? ¿Qué vas a hacerme?

_Cierra el pico.

Para liberarle el cabello, Andrés se le acercó con la excusa de pellizcarle las mejillas.
_Quita.

_ Agradece, ahora estas un poco más linda.

_ ¿Dónde está Lina?

_ No quiso venir conmigo, el chofer de Carlos la iba a llevar donde La Pitonesa?

_ ¿De cuando acá tanta confianza y exclusividad?

_ Yo que sé, cosas de mi hermano.  Además, ¿Qué podemos hacer nosotros? Quizás es que necesita un arreglo intensivo. Tú sabes que la condenada es fea con cojones.

_ No seas cruel, lo que te molesta es que tiene más musculatura que tu y yo juntos. Yo creo que tu hermano decidió darle ventaja.

_Si claro, mierda de ventaja tiene Lina, el juego empieza cuando lleguemos a La Perrera y no antes. 

_ Hui, tanta lucidez me asusta. ¿Acaso no te has metido nada todavía?

Andrés le dio la espalda, apagó el televisor y se dirigió a la puerta de salida cabizbajo.

_ No sé lo que pueda pasar esta noche Camila, por eso prefiero estar en mis cinco sentidos.

_Que pendejo te pones, vámonos que se nos hace tarde.

Ambos salieron del apartamento, el Chevrolet Impala del 67 color negro de Andrés los aguardaba en las afueras del viejo edificio.

III
Andrés tuve un sueño anoche. Soñé que me encontraba frente a un pelotón de fusilamiento en el salón donde cursábamos aquella clase de filosofía que tanto odiabas.  Conocía a los soldados que estaban allí frente a mí. De la nada comenzaron a gritarme, aunque no distinguía bien sus voces. Podía leerles el odio en la mirada, un odio melancólico que recriminaba. Ya se habían enterado de la venta de la universidad y venían por mí.  Yo lloraba Andrés y les suplicaba que no me mataran, que aquello no había sido mi culpa, a pesar de llevar la condena inconscientemente por dentro, pero ellos tampoco me escuchaban. No tenía escapatoria. Cuando se disponían a reventarme a tiros, sus ojos, sus bocas, sus oídos, sus espaldas comenzaron a vomitar sangre. Al verlos en ese estado, comencé a palparme el cuerpo, lo sentía diferente, yo era otra Andrés y mis manos también sangraban. Sin darme cuenta sus fusiles comenzaron a desvanecerse al tiempo que una semiautomática se gestaba en mi mano izquierda. Andrés… yo había sido su verdugo. De la nada el salón empezó a inundarse con su sangre, no lo soportaba. Con desesperación intenté pegarme un tiro, pero el maldito gatillo se había atascado. Quería morirme junto con ellos. Una alarma de reloj comenzó a sonar en la distancia y yo creía que me había despertado de la pesadilla, que todo había terminado, pero no fue así. La noche se hizo muy larga y en un estado de semiinconsciencia, cuando creía  incierta la realidad, antes de atreverme a abrir los ojos, no sé porque les juré venganza.

IV
_ ¿Falta mucho?

_Estamos cerca. Camila, ¿te pasa algo? Estas muy callada y no aguanto el aburrimiento. Voy a encender la radio.

_No quiero escuchar más noticias sobre los mártires.

_ No te preocupes. Sabes, anoche pensé mucho en ti y para joderte la existencia ¿adivina qué?, Hice una recopilación de las canciones que nos ponía la asistente del programa de francés.

_¡ Ja! Creí que nunca le prestabas atención.

_ Eso te crees tú. Ojo con la discriminación.  Es verdad que las canciones me importaban un carajo. Lo que nunca pudo desvanecerme el perico durante las clases fue la expresión que parió tu rostro con la que te voy a poner ahora. Sabes, pensé que nuestro último viaje debería tener de fondo esta canción, pero claro que en la versión que hizo Diam’s en homenaje a Claude Nougaro.

_ ¿Nuestro último viaje?

_Camila, cuando regresemos de seguro no seremos los mismos, si es que sobrevivimos.

Al decir esto, la mirada de Andrés se perdió en el camino.  Al tiempo que disminuía la velocidad, agarró con fuerza la mano izquierda de Camila, como si quisiera postergar los minutos que le quedaban a su lado. Mientras tanto, ella subió a todo volumen la radio.

“J'aime la vie quand elle rime à quelque chose,
J'aime les épines quand elles riment avec la rose
J'aimerais même la mort si j'en sais la cause
Rimes ou prose, rime ou prose
J'aime ma chanson quand elle rime avec ta bouche
Comme les ponts de Paris avec bateau-mouche
Et la perle des pleurs avec l'œil des biches
Rimes tristes, rimes tristes”

V
Los vi llegar desde el balcón  mientras barría los restos de bellos y de carne que sobraban de los cuerpos que reinventaba La Pitonesa, la gurú de belleza más vieja del bajo mundo. Yo trabajaba en su salón de belleza como conserje, pues fue el único trabajo que conseguí después de la epidemia de cesantías. Tantos años de estudio para terminar varado en la incubadora de la nueva generación de sicarios. El salón estaba ubicado en los suburbios, precisamente en los altos de un negocio de comida criolla de barrio humilde, en cuyo patio también se servía gasolina barata. Ya había escuchado rumores sobre esos dos, especialmente sobre el chico de piel acaramelada que ahora le abría la puerta a la chica,  pues era el hermano del dueño de toda esta maquinaria de mierda, de la que a veces me veía obligado a hacerme cargo, porque sin querer queriendo me hice su amante. Lo más que me atormentaba era que todo esto iba a acabarse hoy y tendría nuevamente que mendigar trabajo, pues Carlos estaba a punto de entrar en las ligas mayores y no iba a permitir que este hobby y sus tendencias sexuales retorcidas le dañaran la reputación. En definitiva, este culito que tanto amortiguo mi padre y luego él terminará tirado en uno de los tantos callejones en los que las circunstancias de la vida lo cazan y embisten. O quizás a lo mejor termine largándome de una buena vez de este gran vertedero al que llamamos país.

 Lo que nunca mencionaron los estilistas del salón fue lo hermosos que eran estas criaturitas. Qué iban a decir, si a ellos lo que les encantaba ventilar era el pasado de los que oportunamente o desgraciadamente paraban aquí. Afortunadamente a estos los conocía por medio de Carlos. Me enteré que eran estudiantes del programa graduado de la universidad. Al muchachito, Carlos lo había enviciado desde chiquitito para tenerlo controlado. Primero lo saturó de regalos, viajes y conexiones importantes, pero el enchule le duró poco, porque el chamaquito empezó a aburrirse y ya el dinero no lo satisfacía. Para que no le estorbara en sus negocios lo mandó a estudiar, pero a él no le importaban los estudios, sino la joda, más bien quería experimentar otro tipo de joda y fue así como empezó a meterse y a distribuir material en la universidad mientras se camuflaba y alargaba lo mejor que podía su estadía como estudiante. Lo sé porque me lo confesó Carlos la noche en que los federales casi se lo meten preso. En aquella ocasión ingenuamente pensé que venía a desahogar sus penas con mi cuerpo. Esperanzado en que me hiciera el amor, si así podía nombrar lo que aquella bestia me hacía,  escuché atentamente todo lo relacionado al asunto, pero como siempre lo animal terminaba por dominarlo. No en vano le apodaban El Goldo. Allí bajo el brazo, el gotero de sangre delataba las dos libras de lechón que habría sacado del negocio para que se las friera. Los estados de ansiedad lo único que le desataban era un hambre terrible y yo como su fiel esclava aquella noche se las acabé cocinando con un amor pasmoso.

 Todavía me cuesta entender cómo se metió ella en la foto.  A decir verdad no sé porque a estas alturas a estos dos se les ocurrió complicarse la vida estando ambos podridos en dinero. Contrario a la fortuna de Carlos y de Andrés, el dinero de la chica no fue fruto de una buena cosecha de narcotraficantes, sino de la suerte, pues sus padres se sacaron la lotería y le ofrecieron vivir de golpe y sin sacrificios el sueño americano. Sin embargo, la nena le salió testaruda o para mas decir, bastante estúpida por convicción. Es que a ella, a Camila, me parece que así se llama, le gustaba estudiar y se negó a vivir la vida deliciosamente superficial y sin preocupaciones que le ofrecieron sus padres. De la noche a la mañana los abandonó y fue esta actitud la que alertó a Carlos. Me decía que era una mujer rara y que ya no le estaban gustando las andadurías de Andrés con ella, que ese lazo ya había que cortarlo. Y tenía razón. Hacía diez años que no los veía ni les hablaba, extremista la niñata esta. Lo único que les exigía como hija era el pago de la renta de un apartamento que se estaba cayendo en cantos en las afueras de Río Piedras y claro está, el pago de sus estudios. El dinero para vestirse y para comer lo sacaba de los trabajos monográficos que vendía y de un part - time que tenía en la librería de la universidad. El porqué llegaron al salón de La Pitonesa aun no lo tengo claro, pero según el historial de la muchachita, apuesto a que tiene que ver con el cierre y los asesinatos ocurridos en la universidad.  Pobre chiquilla, si supiera que fui yo el que le vendió la estrategia que ayudaría a El Goldo  a apoderarse de la institución. No tenía otra opción, era eso o la muerte.
  
 Notaron mi presencia, pero no me importó. De todos modos los seguí observando.  Andrés era un caramelo de seis pies. Tenía una atractiva barba desaliñada y unos ojazos, que ni les digo, parecidos a los de Lenny Kravits. Los pude ver de cerca cuando tropecé a propósito con ellos en las escaleras.  Ella tenía una belleza perturbadora, como la de Gina Wilson en sus años de juventud. Eso sí, no sabía vestir, llegó con una ropa que parecía donada por el mismísimo Ejército de Salvación, vieja con cojones. El color de su piel era extraño, de un trigueño opaco.  Tenía una larga cabellera achocolatada natural, la que cualquier anunciante de Pantene envidiaría con locura y unos ojazos que mataban, de un hazel intenso, grandotes como ellos solos. Igual no seré un lector de almas, pero a pesar de la firmeza que disimulaba Camila mientras subía las escaleras, sus ojos delataban lo contrario, estaban empañados de tristeza, de una tristeza tan estrambótica como su belleza, porque provenía, de eso estoy seguro, de su desencanto con la vida.

VI
 _ ¿Seguro que es aquí?

_Sí, que mejor escondite que este. Espérate, la cerradura de la puerta está atascada.

_Apesta a carne podrida. Date vuelta, nos observan desde el balcón.

_No te preocupes, es Juan Pablo, el nuevo conserje que contrató mi hermano.

_ ¿A cambio de qué, porque él no se fía ni de su sombra?

_Era un ejecutivo importante en el gobierno, le vendió unos cuantos secretitos.

_ ¿Y porqué terminó de conserje?

_ Bueno la historia es digna de culebrón. Figúrate la escena. La madre de Juan Pablo estaba enferma, el padre abusaba de él y le exigía que le pagara los servicios de las putitas transexuales mejor cotizadas del país. Como se olía la botada que le daría el gobierno de su trabajo empezó a establecer conexiones con los bichotes que estaban interesados en blanquear sus negocios. Una suerte que se topara con mi hermano, porque el pobre no sabía moverse en ambiente de corruptos. Terminó de conserje porque quiso dárselas de sicario para terminar con la vida del sanguinario de su padre. Mi hermano lo sometió a lo mismo que nos someteremos nosotros, pero al final no pudo cumplir con el trabajito. Carlos tuvo que contratar a otro para desaparecer al padre, porque el muy cabrón se dio cuenta del negocio, gracias a la ridícula confesión que le hizo Juan Pablo antes de intentar desplumarlo. Tremendo show el que armaron, Carlos me contó que vestido de mujer le empezó a reclamarle al padre por haberle jodido la vida y cuando se dispuso a jalar el gatillo, el cadavérico cuerpo de su madre se interpuso entre los dos.

_ ¿Si falló, por qué tu hermano no lo mató?

_Por que a cambio de su vida, Juan Pablo le concedió el negocio de su vida y se volvió especial. Además,  al igual que se encarga de sacar la basura del salón de La Pitonesa, tiene la habilidad de deshacerse de víctimas inoportunas.

_ ¿Sabes cuál fue ese negocio?

_ Hoy por fin me entero. Últimamente Carlos está teniendo reservas conmigo. Aunque después que me de lo que me toca, por mi que haga lo que le venga en gana.

_ ¿Y qué pasó con la madre de Juan Pablo?

_ Bueno con el dineral que se ganó le pagó la eutanasia.

_No entiendo. Siendo tu hermano quien es, le pudo haber regalado el veneno.

_ Yo que voy a saber. Quizás se lo regaló, pero gratis no le salió el favorcito a mi hermano. Si vieras el mausoleo que le mandó hacer a la doñita, con vista al mar y todo. Si no recuerdo mal el cuento que me hizo para justificar el gasto, la madre de Juan Pablo había sido una destacada surfista en su juventud y como homenaje póstumo él le suplicó que tuviera misericordia y mi hermano como buen dios le concedió ese último deseo.
VII
Subí las escaleras lo mejor que pude, tratando de controlar los escalofríos que comenzaban a apoderarse de mi cuerpo. El tal Juan Pablo no nos quitaba la vista de encima, por poco y nos atropella con su carrito rodante de limpieza.  Por un instante pensé que Andrés se había equivocado en identificarlo porque tenía los rasgos faciales de una mujer, pero el bulto entre las piernas me delató su verdadera sexualidad. Tenía el aspecto de un ángel. El color de su cabello era de un rubio cenizo que caía magistralmente sobre aquellos pálidos hombros. Sus ojos verde aceituna eran pequeñitos y hacían juego con las escasas pecas que se esparcían por las mejillas. Después del incidente con el carrito, se disculpó dándonos la bienvenida, y cuando se dirigía hacia la puerta, esta se abrió de golpe.

VIII
_ ¿Lina?

_ Soy yo.

_Ehh, ¿No se supone que vendríamos juntos?

_ Cambié de idea. Carlos habló conmigo apenas amaneció y si todo sale bien esta noche me convertiré en su nueva socia.

_ ¿Cómo? ¿Qué socia ni que nada? ¿Cuándo cambiaron los planes?

_ Mira Camila, tú y Andrés se metieron en esto porque no encontraban qué hacer con sus puñeteras vidas desde que le cerraron la universidad. Aquí es donde está mi futuro. No hay vuelta atrás. En definitiva, ya no somos los mismos que jugaban a reinventar el mundo mientras tomaban café en los merenderos.
_ ¡Eres una hija de puta!

_ Qué bien me conoces. Vinieron por mí. Buena suerte en La Perrera.

Al despedirse,  Lina sintió el impulso se abrazar a su única amiga, pero se contuvo. Todo estaba dicho, todo estaba debidamente calculado. Si lograba cumplir con el mandado, dirigiría el Departamento de Ciencias Militares de la Universidad. Esa era la oferta y no podía darse el lujo de rechazarla porque ese era su mayor sueño. De antemano Carlos la había seleccionado, gracias a los insípidos comentarios que realizaba inconscientemente Andrés sobre su carácter e inclinaciones políticas. Sin embargo, aceptó el trato antes de conocer las piezas que debía eliminar para efectuar el jaque mate. Ahora abandonaba a sus panas con un frío que le carcomía el alma.

Una lujosa limosina la esperaba frente al negocio de comida criolla. De nosotros tres, era la más cojonuda. Era descendiente de asiáticos y cuando estalló la huelga se encontraba terminando sus estudios en el ROTC. No sé que le hicieron a mi Lina, cuya piel color vainilla invitaba a comérsela a mordiscos. A su cuerpo lo ceñía un escandaloso traje color rojo sangre y su interminable melena azabache había desaparecido. Llevaba un corte asimétrico y sus ojos rasgados se encontraban hoy más lívidos que ayer.

_ Escuchaste lo que dijo. ¿Tú lo sabías?

_   No, pero me encargaré de averiguarlo.

_ Si me disculpan, El Goldo está comiendo abajo. 

IX
Inmediatamente bajé las escaleras y me adentré en el negocio. Hacía un calor infernal en El Rinconcito Criollo. No fue difícil divisarlo, de lejos sobresalía aquella masa de grasa. A pesar de todo, mi hermano no era un gordo desagradable, restándole importancia a las libritas de más, su apariencia era siempre intachable. Buena ropa, buenos zapatos, buen perfume, buenas joyas, pero helo allí,  rodeado de la comida más mantecosa que ofrecía la casa.

_ Tú no pierdes el tiempo. Coño como puedes comer con la peste que sale del basurero de atrás.

_  Cierra la boca y no te preocupes. Esta noche la trituradora se encargará de eliminar los olores. Siéntate y sírvete lo que gustes. Aprovecha que hoy es el último día que abre el negocio.

_  ¿Y eso porqué?

_ Ya empezamos con las pendejadas. No te hagas que tú sabes el porqué. A no, espérate, que a quien se lo dije fue a Juanpa, perdona. Hoy es que te enteras tú.

_ ¿De cuando acá el maricón ese tiene vela en nuestros asuntos?

_ Desde que me lo tiro cabrón. Y si tiene vela es porque en estos últimos meses me ha servido más que tu. Si te dejé entrar a ti y a la boba esa antes de que cierre el negocio es para que te diviertas un ratito y sepas lo que se siente arriesgar el pellejo en el trabajo que yo realizo todos los días para mantenerte.

_ Con Camila no te metas.

_ Tienes toda la razón, le debo mucho. Si no te hubieras obsesionado con ella no hubiese podido llegar hasta donde estoy ahora. No sabes que provecho le saqué al tiempo en el que decidiste disponer de tus dotes intelectuales, inclusive hasta cuando casi te llevan preso. Hoy ese casi me ayudó a despoblar el terreno de los jodidos huelguistas.

_ ¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver la mierda de universidad con nosotros? ¿No me digas que invertiste nuestros bienes en comprar ese adefesio? Acaba y dime que te traes con Lina y explícame porque decidiste convertirla en tu socia sin consultarme o mejor dicho, sin antes ofrecerme el puesto a mí. ¿Acaso no soy tu sangre?

_ ¡Ja! ¿No adivinas porque la preferí a ella antes que a ti? Caramba,  Andresito tu muy bien sabes que eres un inútil.  Lina tiene lo que se requiere para el trabajo. Si te hubiese contado lo que me traía con la universidad, en una de esas nochecitas en las que te halas hasta atrás le hubieras soltado la sopa a Camilita y ella nos hubiese delatado con los mártires.  Eso no me convenía, falta poco para que legalicen la mercancía y no pienso morirme de hambre. ¿En buena hora  no?

_ Ok, a mí que más me da. ¿Pero que vela voy a tocar yo en ese entierro?

_  Para ti tengo otros planes. Sabes hermanito, con los años he aprendido que para alcanzar el poder es necesario sacrificar lo que uno piensa que ama más en la vida y si tú quieres igualarte a mí, tienes que dar algo a cambio. Entonces estarás dentro y tendrás un puesto de mando sin reservas. Tú eres fanático del cine, sabes lo que intento decir.

_ ¿A quién debo tronar esta noche?

_ Ahhh,  vas a hacer que le arruine el acto que tanto disfruta realizar La Pitonesa, pero qué más da. La semiautomática te la dejé bajo el asiento del pasajero, tienes que sacar del medio a Camilita. Las alitas de pollo están riquísimas.

X
Después del altercado con Lina, Juan Pablo y Andrés me dejaron sola. El primero bajó al restaurante en busca del hermano y el segundo entró al salón a buscar a La Pitonesa. Decidí entrar sin invitación. Aquel salón de belleza sí que era extravagante. Comúnmente esos lugares están atestados de sillines, secadoras, cepillos, peines, espejos y afiches de las últimas tendencias por todos lados. Sin embargo, en este solo había un sillón platinado que abarcaba toda la pared del lado derecho, ocho puertas en línea recta que cubrían el ala izquierda y un espejo al fondo del pasillo que formaban el enorme sillón y las puertas. Intente abrir una de estas al azar pero no tuve éxito. La enorme habitación no tenía ventanas, la luz era demasiado intensa, y las revistas para engañar el tiempo de la espera brillaban por su ausencia. El frío que emanada del aire acondicionado comenzaba a calarme los huesos cuando de la puerta numero tres apareció Juan Pablo.

XI
_ No entiendo nada de lo que está pasando.

_ ¿Cuándo no?

_ La que te acabas de perder cariño.  

_  Antes de que me cuentes, ¿Vistes las noticias esta mañana?

_ No. Sabes que no me gusta verlas, me deprimen.

_ Aww, te perdiste el show de Patrick.

_ ¿Cuál fue la hazaña esta vez? ¿Qué yo sepa no estrenaba obra recientemente?

_ ¿Estás peleado con Carlos, que al parecer no te cuenta nada?

_ No querida y lo que me cuenta son asuntos de importancia. ¿Con que miscelánea me vas a salir  ahora?

_ Pues nada más que tu querido Carlos me pidió que lo transformara en el ruso que supuestamente compró la universidad. Lo hubieras visto, se votó con el discurso y se veía tan bello.

_ ¿Y desde cuando un actor, que para no sucumbir ante la pobreza tuvo que convertirse en peluquero para no morirse de hambre,  de la noche a la mañana es un eminente empresario? 

_ Ay tontín, deja el sarcasmo si sabes que todo esto es una pantomima. Tú conoces al rey aunque  no lleve la corona puesta. Además, si te lo comento es porque eres el único que vino a trabajar esta mañana al salón. Los demás ya se fueron o mejor dicho Carlos ya los mandó a dormir. Afuera hay una peste insoportable. En dos horas cierran el restaurante y yo me quedare sola llorando los triunfos que he alcanzado encerrada en estas paredes.

_ No eres tú la única que sufre. Afuera está la amiguita de Andrés y si hubieras visto el encontronazo que tuvo con la asiática. Por cierto, a esa sí que la dejaste como toda una Dama Fatal.

_ Si supieras Juanpa, la tragedia que se avecina.

_ Por eso quise verte antes. La niña esa dijo que se convertiría en la socia de Carlos y para llegar a esa posición algo grande tuvo que haberle pedido para ofrecerle semejante trato a cambio.

_ Así mismito fue.  Por eso hoy decidí romper el voto de confidencialidad porque no puedo con esta carga tan grande.

_ No juegues con eso, que después tendré que ir yo a tirarte en cualquier basurero. Anda cuenta, que me tienes con los pelos de punta.

_ Ay si vieras visto como lloraba la pobre cuando le dije el encargo Juanpa. Tuve que rehacerle todo dos veces. Se destrozo el pelo con las tijeras, rompió el traje y con el trabajo que da la construcción de la capa de silicona, se la arrancó de un tirón. La tuve en la tina de agua caliente como dos  horas, esperando que la piel se le compusiera un poco. 

_ Por dios Piti dime, ¿A quién le tocó borrar del mapa?

_ Dirás ¿A quiénes?

_ ¿Son más de uno?

_ Si, el encargo es grande, el peor que he anunciado.

_ Por dios dime que me estás asustando.

_ Tú conoces a Carlos y esa obsesión que le entró por cambiar de vida, queriendo eliminar las piedras que puedan ocasionarle una caída.

_ ¿Y eso que tiene que ver con la asiática?

_ Cariño… le tocó sacar del medio a Andrés y a Camila.

_Queeee... Pero se volvió loco Piti, me mandó a cavarle la tumba a su propio hermano. ¿Entonces… a quienes deben matar ellos?

_  La nena tiene que sacar del medio a Patrick, para que Carlos pueda tomar el poder sobre la institución ante la mirada pública. Por tanto, la asiática debe actuar después que Camila se encargue del supuesto ruso. Qué pena, me caía tan bien.

_ ¿Y con qué invento le vas a salir a Andrés cuando te toque prepararlo?

_ Carlos no me dio instrucciones para él. Me imagino que alguno de sus asesores personales lo atenderá.

_ ¿Tendremos que escapar antes de lo previsto?

_ No, tú siempre le serás útil. No puedes largarte, o sino sospechara que yo te dije. Tendrás que ir a La Perrera y hacerte cargo de los que caigan.

_ ¿Qué pasará contigo?

_ Por ahora,  tráeme a Camila y quédate a hacerme compañía.


XII
Caoba. Fue lo primero que me vino a la mente cuando la vi. Su piel relucía igual que la madera más fina. Aquella mujer tenía el mismo aspecto de la protagonista de la película de G. I Jane después de afeitada la cabeza. Me preguntaba porque le llamaban La Pitonesa, pero lo supe en cuanto comenzó a desplazarse por la habitación, bajo un manto purpura brillante, por aquella sala tan parecida a la morgue. Sus ojos eran negros y tenía una mirada tan firme que asustaba.

_ Hola querida, ¿Lista?

_ ¿Qué me vas a hacer?

_Oh, tranquila que no muerdo. Antes de comenzar debo hacerte una pregunta de rutina, para asegurarme de que no te encuentras en el lugar equivocado. Gracias a la misma muchos se han salvado. Cuéntame ¿Por qué estás aquí?

_ ¿No le dijeron Carlos ni Andrés?

_ No me estás entendiendo. Se lo que se hace aquí nena, lo que no se es porque decidiste involucrarte tu.

_Creí que no era necesaria una prueba psicológica, que todo ya estaba arreglado.

_ No es graciosa la nena Juanpa. No es necesario pasar por una prueba psicológica, solo quería ayudarte a aclarar tu mente,  por si quedaba en ti algún atisbo de inseguridad.

_ Estoy perfectamente bien y segura sobre la decisión que tomé.

_ Si estuvieras bien no estarías aquí cariño. ¿Confías en ellos?

_ Completamente, conozco a Andrés hace años.

_ ¿Por qué estás aquí?

_ ¿Por qué no estarlo?  Me cansé de nadar contracorriente. ¿Satisfecha?

_ Complacida, basta de charlar que nos queda poco tiempo. ¿Qué te parece Juanpa? Hoy te dejo tomar las riendas.

_ Es muy hermosa, le quedaría perfecto el corte de Penélope Cruz, ojos ahumados, labios de un rosa pálido y el vestido que utilicé aquella vez.

_ En ese caso los accesorios deben ser discretos, con unas dormilonas plateadas bastara. Si las manos quedan libres sería ventajoso para ella, ¿No crees?

_ Estoy de acuerdo. Iré por el vestido y los Manolo Blahnick.

_ Están en aquel armario. Nena, ¿Alguna petición especial antes de que comience?

_  Sí, que mis uñas permanezcan al natural.

_ Una petición poco usual, interesante.

XIII

Andrés volvió a colocar la semiautomática bajo el sillón del pasajero. Se negaba a cometer tal atrocidad. Había aprendido a amar a Camila en silencio, pero habría sido una cobardía admitírselo a su hermano. Después de arreglarse lo mejor que pudo,  empezó a guardar ropa y todo el efectivo que tenía en una maleta. Aunque primero la había atestado de perico, pero se arrepintió. Durante toda su vida no tuvo la necesidad de preocuparse por nadie. La única familia que conoció fue a su hermano y tocaba traicionarlo. El resto de los suyos vivían en el viejo cementerio de la ciudad, aunque Andrés ignoraba que Carlos se los fue tragando a todos poco a poco. Iba a abandonar el país y convencería a Camila para que se largara con él. La ansiedad causada por la abstinencia momentánea le hizo entender que la necesitaba y que ella lo necesitaba a él. En secreto la cuido lo mejor que pudo y esta noche le tocaba salvarla de la trampa a la que la indujo a caer.

XIV
_ Camila, el mundo en el que vivimos ya no vale nada. Mira que jodida se encuentra la sociedad. Es más, analiza por un momento el país en el que vivimos.

_ Andrés mira las tonterías que te hace decir el perico. Tu analizando la sociedad, cuando por culpa de personas como tu hermano es que estamos como estamos. Lo que se necesita imponer es disciplina y orden. Si en este país se viviera, aunque fuera por un minuto, una dictadura verías como la gente empezaría a andar derechita.

_ Lina, Andrés tiene razón. Leíste lo que salió en el periódico hoy sobre la universidad. Parece que ya le consiguieron dueño, un extranjero llamado Patrick o algo  así. Aquí todo se compra o se vende sin importar el valor que tenga. Es más, ahí tienen a mis padres. No sé cómo pueden vivir con tanta indiferencia, sin preocuparse por nada ni por nadie, más que por planificar el viaje que realizaran el mes que viene.

_ Camila, no puedes componer el mundo. Nadie puede, déjalo que ruede y aprovecha solo las oportunidades que te convengan, lo demás tarde o temprano dejara de atañerte.

_ Coño Lina y críticas a Carlos. No estarás emperica tu también jajajajaja. Al igual que ustedes algún día me gustaría matar el ideal.

_ Algún día terminaras haciéndolo.

_ Yo podría darte un empujoncito
.
Ese fue el último día en que Andrés, Camila y Lina compartieron un café en los merenderos. En un pestañeo contemplaron como guardias, estudiantes y civiles la emprendieron contra los manifestantes.


XV
No pensé que este día llegaría tan pronto. Cuando La Pitonesa comenzó a interrogarme, las palabras que Lina pronunció el fatídico día se me amontonaron en el pecho. Tenía razón, no había vuelta atrás. Volví a desnudarme en aquel lugar. Me acosté sobre una camilla en forma de bañera, como la que utilizan en los programas de CSI para realizarle las autopsias a las víctimas. Juan Pablo volvía con el vestido, muy lindo por cierto, era corto y estaba cubierto de una pedrería fina, a la vez que La Pitonesa empezaba a limpiarme el cuerpo, introduciendo sus suaves manos en todos mis recovecos.

_ Habrá que tomarle algunas puntadas Piti.

_  De eso me encargo yo. Nena, no hay que realizarte ningún cambio drástico. Ahora te cubriré con la silicona, si está muy caliente me avisas. Esta es mi especialidad, los grandes esteticistas desconocen esta técnica. Te dejara la piel espectacular. Si quieres puedes echarte una siesta mientras se sella el material.
La sustancia estaba calentita. No tardo mucho en secarse. De un anaquel, La Pitonesa sacó una pulidora y comenzó a esculpirme el cuerpo. En el fondo estaba Juan Pablo sentado frente a un piano de cola rosado. La Pitonesa le indicó que le tocara la aria da capo de Bach mientras terminaba su última obra de arte. En tanto yo, perdiéndome entre los dulces acordes de la melodía sentía que nacía de nuevo.

_ Estas preciosa. La limosina te espera. La perrera será hoy el club Let B.

_ ¿Quién será mi victima?

_  Aquí está la foto. Es Patrick Sudstrüioder. En el ruedo del vestido hay un compartimento en el que encontraras la jeringa con el arsénico. Buena suerte querida.

XVI
Llegamos al centro de la ciudad.  Estacioné la limosina cerca de la entrada del club. No había mucha gente en las afueras. Le abrí la puerta y ella no me reconoció. La Piti siempre se luce con mis disfraces.

_ ¿Esta es la entrada?

_Si, señorita. ¿Desea que la acompañe?

_ No gracias.

_ Que disfrute la velada.

_Gracias, que tenga buenas noches.

El bouncer me dejó entrar de inmediato. El pasillo estaba un poco oscuro, unos diseños fluorescentes eran los que guiaban mis pasos hacia el interior. Al fondo la ambientación de las luces era perfecta, capaz  de crear la atmosfera ideal para cometer los crímenes más viles. Estaba muy nerviosa, casi no podía moverme. Respiré hondo, hasta que mis piernas dejaron de acobardarse. Me recosté un momento sobre la pared para tomar fuerzas, estas temblaban con el zumbido de la música. Comencé a marchar en contra de mi voluntad.
   
“You're so hypnotising
could you be the devil, could you be an angel
your touch magnetizing
feels like going floating, leave my body glowing

They say be afraid
you're not like the others, futuristic lovers
different DNA, they don’t understand you

You're from a whole another world
a different dimension
you open my eyes
and I’m ready to go, lead me into the light

Kiss me, k-k-kiss me
infect me with your love, and fill me with your poison
take me, t-t-take me
wanna be your victim, ready for abduction
boy, you're an alien, your touch so far away
its supernatural, extraterrestrial”

Adentro, el lugar se hallaba atestado de gente. El local era de dos niveles. En lo alto un esplendido balcón se abría en varias direcciones que no sabía adónde conducían. En la planta baja habían tres barras, una tarima que albergaba a varios dj’s, sillones de colores y mesas acojinadas por doquier. Debí pedir un mapa del lugar, la única salida que conocía era la puerta por donde había entrado. Me acerqué a una de las barras.

_ ¿Qué le sirvo señorita?

_Una birra, pero me la dejas en la botella. ¿Qué hay arriba?

_ Vaya, primeriza. Ok, pues el balcón es una segunda pista de baile y sus distintas bifurcaciones conducen a los baños, a diez cuartos privados de alquiler, y a dos puertas de salida. Aquí tienes tu bebida.

Antes de llevarme la botella a la boca, me quedé observando a las personas que me rodeaban.  Pude reconocer la técnica de La Pitonesa en varias. Creábamos una especie de ilusión casi inhumana, como caídos del cielo. Quien iba a decir que un acto criminal no podía contar con tanto glamur. Podía sentir como se enredaban en el cuerpo de sus futuras víctimas, esperando el momento indicado para proceder. En una de las mesas que daban a la pista estaba él. Tendría que inventarme una excusa para acercármele.

_ Estas preciosa.

_ Andrés…

XVIII
Su barba desaliñada ya no estaba. Llevaba el corte y el atuendo con el que George Clooney atacaría la alfombra roja. No me quitaba la vista de encima, pero sus ojos color miel no eran los que yo conocía.

_ ¿No invitas?

_ Estamos trabajando, si pedí la cerveza fue para tantear el área de ataque.

_Podríamos divertirnos un poco antes de que llegue la acción.

_ Sabía que el milagro no duraría mucho, te drogaste ¿no es así?

_ Claro que no. Que tiene de malo lo que estoy diciendo. Nunca salimos a bailar antes, hay que aprovechar la ocasión. Anda te invito esta pieza.

Acepte. No porque deseara bailar , sino porque era el pretexto perfecto para llegar a Patrick.

"Another shot before we kiss the other side
Tonight yeah baby, tonight, yeah baby
I'm on the edge of something final we call life tonight
Alright, alright

Put on your shades 'cause I'll be dancing in the flames
Tonight yeah baby, tonight yeah baby
It isn't hell if everybody knows my name tonight
Alright, alright

It's hard to feel a rush
To brush the dangerous
I'm gonna run back to, to the edge with you
Where we can fall far in love?"


Andrés se empeñaba en estrujar su cuerpo contra el mío, mientras yo luchaba por llegar a Patrick.

_ TENEMOS QUE IRNOS CAMILA

No entendía lo que me decía, pero estaba cerca.  Logre escabullírmele entre la multitud.  Estaba mirando a Patrick fijamente y cuando los reflectores enfocaron su rostro, me guiñó el ojo como el preámbulo de su próxima conquista.  Andrés me agarró nuevamente por la cintura, pero yo no le quitaba la vista a Patrick, lo desafiaba, anunciándole que ya era su nueva presa. Se levantó de la mesa, abandonando a sus otras acompañantes.

_ NO QUIERO HACER ESTO, NO DEBI PERMITIR QUE LLEGARAS HASTA AQUÍ.

Patrick estaba ante mis ojos. Andrés, a mis espaldas no se daba cuenta de nada. Había dejado de bailar, buscando desesperadamente algo por aquel lugar. Quizás ya había encontrado  su objetivo y me dejaría en paz. Lo extraño es que seguía a mis espaldas. Por mi parte, yo ya me había abandonado a los brazos de Patrick. Roce su cuello con mis labios, esperando el próximo apagón de luces para acabar con su vida cuando…
  
_AYY…

_ NOS ESTAN DISPARANDO DESDE ARRIBA CAMILA. TE SANGRA EL ANTEBRAZO. NO ENTIENDO…

_ A TI TE DIERON EN EL HOMBRO. LA BALA NOS TUVO QUE ROZAR A AMBOS, PERO ESTAMOS BIEN, NADIE SE DIO CUENTA DE NADA, TAN SOLO DÉJAME

Cuando me volteé, ya Patrick se había ido. Me sentía aturdida. El volumen de la música estaba más alto. Comencé a buscarlo nuevamente, pero Andrés se ponía en medio. Allí, allí estaba. A tan solo unos pasos de distancia, bailando con otra chica.

_ QUITATE ANDRES, NO PUEDES HACERME ESTO. SI NOS VAMOS ESTAREMOS MUERTOS…

_ MALDITA SEA, CALLATE CAMILA. ALLI ESTA LA SALIDA. NO TE PREOCUPES, ESTAREMOS BIEN, LO TENGO TODO PLANEADO. HAY QUE DETENER LA HEMORRAGIA ANTES DE QUE LLAMEMOS MAS LA ATENCIÓN…

_ NO, NO QUIERO IRME, QUITAME LAS MANOS DE ENCIMA, SUELTAME, QUE ME SUELTES CABRÓN…

_ NUNCA, ME OYES, NUNCA, VAMONOS…

_ NO, NO PUEDO FALLARLES. ES QUE TU NO ENTIENDES, PENDEJO, TU NO ENTIENDES, SUÉLTAME

 Andrés la arrastraba hacia la salida, a una de las tantas que ella desconocía. La música ahogó sus gritos, sus reclamos y como si nada hubiese ocurrido, aquella masa inmune continuó danzando.

"I'm on the edge of glory
And I'm hanging on a moment of thruth
I'm on the edge of glory
And I´m hanging on a moment with you,
I´m on the edge, the edge, the edge, the edge, the edge, the edge, the edge
I´m on the edge of glory
And I´m hanging on a moment with you
I´m on the edge with you"


IXX
Los seguí hasta la parte posterior del antro. Allí estaba estacionado el Chevrolet Impala del 67. Abandonaron el lugar deprisa. Todo salió mal.

XX
_ Camila tienes que entenderme, las cosas se salieron de control.

_De cuando acá eso a ti te importa. No me jodas Andrés.

_ No te preocupes, nos iremos del país y todo estará bien. Deja de llorar.

_ Todo lo resuelves huyendo. Drogado me eras más útil.

_  Ya estoy harto de esta mierda de vida que llevo. Mi hermano es un traidor. Saqué todo el dinero que tenia. Será suficiente para hacernos de una vida digna. Tu y yo juntos Camila, para siempre.

_ Escúchate por dios. Suenas igualito a mis padres. Quiero bajarme del auto.

_ Cerca de aquí hay un parque, pero antes tomate estos analgésicos. Lo mío es solo un rasguño, pero a ti la bala de traspasó el antebrazo limpiamente. Necesitamos cerrar la herida. Por lo menos el torniquete improvisado ha dado resultados. Llamaré a Juan Pablo, el seguro nos ayudará. Le encanta involucrarse en estas historias de amores imposibles. Aquí tienes un poco de agua.

_ ¿De qué hablas? ¿Qué amores? Alguien…alguien nos está siguiendo. Nos vienen a rematar, coño, acelera.

_ Tranquilízate, no nos va a pasar nada. Todo saldrá bien.

_Puñeta, si vuelves a decir eso te rompo la boca.

_ Camila, Camilita, estás paranoica, escúchame. Tenemos que largarnos lo antes posible. Mira, ya casi llegamos al parque y ya nadie nos sigue. En el baúl hay una maleta con tu ropa para que te cambies.

_ ¿Ropa? ¿Pero qué carajo significa esto Andrés? ¿Me engañaste?

_ No, no no, jamás te haría algo así. Todo esto es culpa de mi hermano. Camila… fue él quien provocó todo esto. Por su culpa estamos donde estamos.

_ ¿Provocó qué?

_ Él fue quien compró la universidad. Él fue quien nos mandó a matar. A estas alturas sabrá que tú ya lo sabes, por eso debemos largarnos. Fuera del país el no tiene ningún poder. Nos iremos, terminaremos nuestros estudios y comenzaremos una vida nueva dejando toda esta mierda atrás. Te haré muy feliz, te lo prometo.

 Andrés frenó de momento. Algo tropezó con los pies de Camila.

_ Vamos cariño, sal fuera a tomar un poco de aire fresco.

_ Allí hay un banquito.

_ Repítelo.

_ ¿Qué te repita que?

_ Lo que acabas de prometerme.

Ambos se sentaron en uno de los banquitos de aquel parque abandonado. Observaban de lejos el estreno del parque de diversiones que había prometido el alcalde de aquel pueblo. La lluvia de fuegos artificiales les anunciaba la llegada de la media noche. En la hora cero, Camila comenzó a besar a Andrés con desenfreno. Luego se subió a su regazo. Pero aquellos que se devoraban tan solo eran los fantasmas de las personas que algún día fueron. Tras el último suspiro de Andrés, Camila le rozó la mejilla.
  
_  Voy a cambiarme.

Camila caminó hasta el auto. No tardó mucho.

_ ¿Te sientes mejor?

_ Mejor que nunca.

_ No te cambiaste. El vestido está empapado de sangre, no podemos llegar así al aeropuerto. Además, ya Juan Pablo está en camino. Es increíble lo hermosa que estas esta noche. La Piti se lució contigo. Camila… Te amo.

_ De eso no tengo la menor duda.

Camila se acercó y sin titubeos jaló el gatillo.

XXI
_ ¿Niña que has hecho?

_Hice lo que tenía que hacer. Ahora tú has lo tuyo. No tengo nada que perder. Aquí tienes el arma.

_ Estúpida. No vine a asesinarlos. Andrés te ofreció una muy buena salida y te diste el lujo de rechazarla. Por si no lo sabías, tú eras su presa y se arriesgó a salvarte el pellejo y mira como le pagaste desgraciada.

_ El no era mi salvador Juan Pablo. Nadie lo es.

_ Ven… te coseré la herida, luego te largas y allá tu como te las arreglas.

XXII
El cuerpo de Andrés seguía tibio. El muy imbécil murió con una sonrisa dibujada en la cara. Ya sé que no es truco de funeraria. El local estaba vacío y ya alguien se había encargado de poner en marcha la trituradora. La peste era insoportable. Cuando me dispuse a colocar a Andresito sobre la bandeja de metal, el cuerpo de Piti estaba allí, a punto de ser destrozado por aquella atrocidad de máquina. Coloqué el cuerpo de Andrés en su lugar y me quedé observándola por un rato. Todo había acabado. Así que luego de ver como la máquina se alimentaba de Andrés, me abracé al cuerpo de Piti. No podía dejarla sola, debía acompañarla al otro lado. Cuando el filo de la garra me atravesó la espalda, me di cuenta de lo hermosa que podía ser la basura.  

XXIII
Estacioné el auto frente al complejo de apartamentos. Estaba amaneciendo. Los primeros rayos de sol alumbraron la portada de la pila de periódicos, en la que se anunciaba la ola de asesinatos que hubo la noche anterior y en una esquina, al reciente ganador de la lotería. Al abrir la puerta, me dirigí directamente al baño. Automáticamente comencé a desvestirme. Respiraba con cautela, para no desmoronarme. Estaba sola de nuevo. En cuanto me senté en la bañera se hizo el silencio. Tlock… tlock… tlock…tlock…tlock… era lo único que escuchaba, mientras me pintaba las uñas de velvet blue.

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