Me sabes a arboleda de pinos,
Me sabes a aguacero fresco,
a hojas incendiadas de pasión y melancolía.
Me sabes al sueño tibio de mi almohada,
Me sabes a frío,
a tardes desnudas,
me sabes a días de sol.
Me sabes a café con leche,
Me sabes a la sombra de un buen libro,
al abrigo de canciones tristes,
me sabes a despedida.
Me sabes a cariño,
me sabes a noches eternas,
a carcajadas absurdas,
me sabes a misterio.
Me sabes a multitudes,
me sabes a azúcar,
al atrevimiento de caricias tímidas y húmedas.
Octubre...Octubre,
por qué me sabes tanto a mí.
Por qué no fueron tus manos y sí las de Enero,
las que abrieron de par en par las piernas de mi madre
para que yo sintiera por primera vez la luz del sol.
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